El Gobierno paralizó proyectos energéticos estatales porque quiere que los hagan los privados, pero eso lleva tiempo y el abastecimiento local demanda soluciones.
El Gobierno paralizó proyectos energéticos estatales porque quiere que los hagan los privados, pero eso lleva tiempo y el abastecimiento local demanda soluciones.
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El Gobierno de Javier Milei lleva adelante una agenda de reformas estructurales en diversos sectores, entre ellos el energético, que implican un cambio de paradigma en materia de regulaciones, intervención estatal e inversiones, con el objetivo de pasar de un modelo donde las grandes obras las planificaba el Estado a otro donde sea el capital privado quien tome las decisiones.
Más allá del debate político e ideológico, resulta previsible que desde una visión definida como liberal/libertaria se sostenga que la mejor y más eficiente forma de llevar adelante obras energéticas sea mediante la iniciativa privada y no desde el escritorio de un funcionario público, como suelen caricaturizar.
Para ello la gestión libertaria puso en marcha una serie de cambios en el sector, tanto con el Decreto 70/2023 como con la Ley de Bases, pero a la vez paralizó las obras energéticas. Solo se salvó, luego del reclamo de empresas y gobernadores, la reversión del Gasoducto Norte porque la financiaba un organismo internacional y tenía la licitación en proceso.
La novedad saliente del nuevo marco es sin duda el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que a casi 10 meses de reglamentado solo ha aprobado un puñado de proyectos energéticos, de los cuales el único relevante para el abastecimiento local es la ampliación del rebautizado Gasoducto Perito Moreno, que todavía el ejecutivo debe licitar. El resto son para exportación (Southern Energy y VMOS) o renovables menores (Parque Solar El Quemado).
Es decir que no hay obras de infraestructura energética en ejecución, ya sea con financiación pública o privada que permitan ampliar la oferta de energía ni el transporte de gas natural, aspectos centrales si la economía se reactiva y se dispara la demanda, porque en base a prejuicios idelógicos o a su propia desidia, los funcionarios libertarios se ocuparon de dar de baja lo proyectado.
En generación, la Secretaría de Energía, por directiva del ex funcionario Eduardo Rodríguez Chirillo, dio de baja sin mucha explicación las adjudicaciones de Terconf, que preveía la construcción en poco tiempo de 3.340 MW térmicos en distintas provincias financiados por quienes los construirían. En su lugar se propuso y todavía no se concretó la licitación de 500 MW de baterías en el AMBA que podrían ser una solución de urgencia.
También se paralizaron las ya de por sí demoradas represas de Santa Cruz y el Gobierno tras varias idas y vueltas sigue sin resolver las concesiones de las hidroeléctricas del Comahue, operadas en forma irregular por empresas con contratos vencidos. Lo único que podría retomarse en el corto plazo son los trabajos de Aña Cuá por la remuneración adicional que le dieron a Yacyretá la semana pasada.
Asimismo, a pesar del pomposo anuncio de un plan nuclear que incluye la construcción de un prototipo de INVAP para abastecer la demanda de la inteligencia artificial, se frenaron definitavemnte los poryectos de la cuarta y quinta central nuclear que también tenían financiamiento de China. La expeción es la extensión de vida de Atucha I, programada en la gestión anterior.
Las energías renovables no tienen mejor suerte. Es que si bien se fueron incorporando megavatios, la falta de capacidad en los sistemas de transmisión hace imposible conectar nuevos parques solares o eólicos.
Es que justamente el otro gran frente que no se está atendiendo son las redes troncales de alta tensión, que en el caso de la ciudad de Buenos Aires y la zona metropolitana no admite inyectar más energía de afuera, quedando la zona a merced de lo que ocurra en las centrales Puerto y Costanera.
La solución era un plan de líneas de 500 kV y 132 kV con financiamiento chino que el Gobierno dio de baja y en su lugar quiso que lo paguen los propios usuarios con un “estampillado”, audaz proyecto de Transener que promovió la secretaría de Energía, María del Carmen Tettamanti y fue fulminado por el vicepresidente de CAMMESA, Mario Cairella, antes de dejar la empresa que se ocupa del despacho.
Los meses pasan y todo apunta a que el próximo verano la situación tanto en transporte como en distribución va a ser igual o peor que la de este año habiendo aplicado fuertes aumentos de tarifas.
La ampliación de la capacidad de transporte troncal de gas natural, fundamental para inyectar más gas de Vaca Muerta y sustituir importaciones también está en pausa. El Gobierno cambió el nombre del ex gasoducto Néstor Kirchner por Perito Moreno pero paralizó la segunda etapa, que permitía llevar el gas del sur bonaerense a Santa Fe, algo necesario para abastecer al norte.
En su reemplazo, apareció la propuesta de TGS, la compañia de Mindlin y Sielecki, alineados con el gobierno, de ampliar el actual Perito Moreno en 14 millones de metros cúbicos diarios mediante plantas compresoras y loops en la provincia de Buenos Aires, lo que haría que el gas esté disponible para la región del AMBA o la exportación pero no para sumar volúmenes en el norte del país.
Lo único que se concretó, con demoras, fue la reversión del Gasoducto Norte pero queda pendiente el cambio de sentido de flujo de cuatro plantas compresoras, lo que se traduce en una menor capacidad de transporte.
Además, sin obras estructurales tampoco se puede encarar la exportación a escala de gas a Brasil, ya sea por Bolivia y por otra vía, porque la salida de ductos troncales desde Vaca Muerta no tiene más capacidad.
En definitiva, por esta política energética que podemos caracterizar de dogmática y errática, que priorizó la suba de tarifas para mejorar los números de las empresas, la baja de los subsidios por la cuestión fiscal y dejó en una nebulosa las obras, al menos hasta que las condiciones macroeconómicas y políticas generen las condiciones para que las lleven adelante inversores privados, algo que en la Argentina nunca terminó de suceder.