A la falta de planificación de obras y previsión para garantizar la operación del sistema, se sumó una llamativa merma en la producción de gas.
A la falta de planificación de obras y previsión para garantizar la operación del sistema, se sumó una llamativa merma en la producción de gas.
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Mientras la mayoría de los argentinos espera el despegue definitivo de Vaca Muerta y que sus millonarios ingresos pongan fin a la falta de dólares, el país atravesó una semana de cortes de gas que trajo a escena el fantasma de la crisis energética.
Una ola de frío polar, de mayor intensidad que la habitual, cubrió durante varios días buena parte del territorio argentino y fue suficiente para que sean necesarias medidas que hacía varios años no se adoptaban: cortes a los contratos “firmes” de la industria y el GNC. Además, en un hecho que no registra antecedentes, en Mar del Plata miles de hogares se quedaron sin gas y el municipio ordenó suspender las clases, entre otras actividades.
Los sistemas energéticos están diseñados para funcionar con una demanda promedio y cuentan con procedimientos para aliviar las restricciones en los picos de consumo, que pueden ser más o menos eficaces.
En consecuencia, la pregunta acerca de qué pasó tiene varias aristas y sin dudas se debe a una combinación de factores. Por un lado, el Gobierno libertario, impulsado por un excesivo dogmatismo ideológico y necesitado de partidas para recortar -ante la insignificancia presupuestaria del “gasto político”- decidió dar de baja la obra pública, lo que determinó la cancelación del plan que había de expansión de gasoductos, a excepción parcial de la reversión del Gasoducto Norte, que todavía tiene pendientes cuatro plantas compresoras.
A la espera de que a partir de ahora los proyectos lo diseñen empresas privadas, que como dijo el primer secretario de Energía de este Gobierno, Eduardo Rodríguez Chirillo, saben hacerlo mucho mejor que un funcionario, Enarsa dio de baja la segunda etapa del rebautizado como Gasoducto Perito Moreno, para que con otro diseño pueda hacerlo TGS como iniciativa privada, además de abandonar obras más pequeñas pero necesarias como la planta Las Armas del Gasoducto de La Costa.
Sin embargo, existe otro aspecto de la crisis que debe ser revisado: la falta de previsión de los funcionarios del área energética. Tanto CAMMESA (la empresa mixta que administra el despacho de energía) como ENARGAS tienen sobrada experiencia en programar el abastecimiento para los picos de consumo invernales y pueden tomar decisiones para garantizar el suministro y minimizar los cortes. Sin embargo, el Gobierno recién reunió al Comité de Emergencia (del que participa además de los nombrados la Secretaría de Energía y Enarsa) cuando la demanda residencial y comercial -denominada “prioritaria”- se había disparado a niveles récord.
Igual de notoria fue la ausencia de voces oficiales: ni la cartera que conduce María Tettamanti ni su “coordinador”, Daniel González, realizaron declaraciones. Tampoco ningún otro funcionario, como el intevernor de ENARGAS, Carlos Casares, atinaron a brindar explicaciones por lo que se estaba viviendo, limitándose a emitir comunicados de prensa sobre el final de la crisis.
Es por ello que el intempestivo corte de gas a industrias con contratos “firmes”, que pagan un mayor valor porque no se puede interrumpir, apareció como el último recurso de una cadena de errores y desmanejos preocupantes: se estima que las fábricas recibieron en estos días hasta 11 millones de metros cúbicos diarios menos que lo habitual.
Ante la inminencia del frío polar, que advertían los reportes meteorológicos, las autoridades energéticas debieron garantizar la inyección en los gasoductos para aumentar el line pack, ya que a diferencia de lo que ocurre con la energía, el gas puede ser almacenado en los caños. Asisnmismo, ante la alta demanda, una caída abrupta del volumen acumulado de gas en los gasoductos pone en riesgo la presión, como ocurrió en Mar del Plata.
Ello nos obliga a colocar la mirada sobre la producción de gas, que en forma llamativa viene cayendo. Las empresas adujeron problemas técnicos debido al frío extremo y otras contingencias pero lo cierto es que luego de años en que el problema del sector energético era solo la falta de infraestructura, esta vez se sumó que no hubo fue gas suficiente.
En el mercado no son pocos los que advierten una discusión por precios. La gestión libertaria quiere liberar el valor del fluido cuando concluya el Plan Gas en 2028, una política de incentivos que en 10 años permitió un incremento exponencial de la producción pero que ahora a 3,5 dólares por millón de BTU parece ser elevado para un país apreciado que necesita bajar costos para recuperar competitividad para su economía y para convertirse en un jugador global de los hidrocarburos.
Mientras avanza el primer proyecto para exportar 14 millones de metros cúbicos diarios de gas natural licuado desde Río Negro en 2028, que con otras iniciativas podrían superar los 100 millones para el próximo decenio, el país de Vaca Muerta no puede llenar los gasoductos para abastecer su demanda invernal.