Gran Bretaña se mete en la carrera de los pequeños reactores nucleares y “decepciona” a Trump

El Gobierno británico anunció la construcción del primer SMR en Gales, tecnología por la que compiten Estados Unidos, China y Rusia, mientras negocia una central de gran escala con los norteamericanos.

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Post Energético

Esta semana el gobierno del premier Keir Starmer anunció que Wylfa, una localidad en la isla de Anglesey al norte de Gales, era el lugar elegido para la construcción de los primeros SMR (pequeños reactores modulares de generación nucleoeléctrica) de desarrollo británico.

El anuncio generó una rápida y, sorpresivamente, enérgica respuesta de la administración Trump: “estamos sumamente decepcionados con esta decisión, sobre todo porque existen opciones más económicas, rápidas y ya aprobadas para proporcionar energía limpia y segura en este mismo lugar”, declaró el embajador estadounidense Warren Stephens en un comunicado.

La controversia surge a partir de la tecnología y el proveedor elegido por Gran Bretaña: este proyecto será desarrollado por la empresa pública Great British Energy-Nuclear (GBE-N), gracias a una inversión gubernamental de 2.500 millones de libras (3.286 millones de dólares). Pero en escena aparece otra compañía británica: Rolls-Royce SMR, que en junio pasado fue seleccionada por GBE-N para colaborar con sus diseños en la construcción de los primeros SMRs de Reino Unido, sujeto a la aprobación final del Gobierno laborista y a la firma del contrato, prevista para finales de este año.

Esta decisión provocó la oposición del gobierno de Donald Trump, que presionó abiertamente para que la empresa energética estadounidense Westinghouse liderara un proyecto de Central Nuclear a gran escala en Wylfa: en octubre la administración republicana firmó un acuerdo de 80.000 millones de dólares (61.000 millones de libras esterlinas) con Westinghouse, que atravesaba dificultades financieras, para construir varios reactores de gran tamaño similares a los propuestos en Wylfa. Según los términos de dicho acuerdo, la administración Trump podría llegar a tener una participación en la empresa.

Optar por el camino de los SMR de construcción británica despertó las críticas estadounidenses a la estrategia energética de Reino Unido, por inflar los precios y debilitar su posición. Ante esto, el gobierno de Starmer reaccionó de forma ambigua: un portavoz del primer ministro declaró que Wylfa era el mejor emplazamiento para los SMRs, pero que el Reino Unido seguía interesado en colaborar con Estados Unidos en materia nuclear.

“Se trata de una capacidad soberana, por lo que queremos utilizar el mejor emplazamiento posible para nuestro programa estrella”, declaró el portavoz, al mismo tiempo que afirmó “trabajaremos estrechamente con nuestros socios estadounidenses, que siguen siendo fundamentales para el futuro nuclear del Reino Unido. Esta decisión no descarta la construcción de una central de mayor tamaño en otro lugar. Mantenemos abiertas todas las opciones y nos aseguramos de que Estados Unidos tenga un papel significativo en nuestros planes”. De esta manera el gobierno laborista, que atraviesa una profunda crisis interna, intentó calmar las tensiones con su histórico aliado.

La construcción de los SMRs generará un gran impacto en la economía local: se trata de “la inversión industrial más importante en el norte de Gales en una generación, y generará 3.000 nuevos empleos de calidad en la economía de la isla de Anglesey”, sostuvo el gobierno del partido Laborista, que perdió apoyo político mientras una crisis interna amenaza con la destitución del Primer Ministro: los propios dirigentes creen que Starmer los llevará a la derrota en las elecciones locales de mayo y que carece del carisma necesario para convencer a los votantes, luego de un año y medio de gestión.